No hay que estar triste para escribir un drama, ni enamorado para escribir un romance. Sólo hay que sentirlo como suyo. Cuando le das tu alma al lector, ellos se compadecen.
No pensás estafarlos, mentirles o poner en juicio sus emociones. Ellos lo saben y lo aprecian. ¿Quien mejor que alguien que no te juzgue para poder contarles tus problemas?
Nada es sencillo, ni mucho menos para nosotros. Es tomar al viejo manifiesto y trascenderlo. Ni siquiera hablo de renovarlo, de actualizarlo. Hablo de tomar una semilla de consciencia y hacer un estupendo ramillete con la flor en el centro. Nos embadurna una fragancia; nos hace enjuvenecer y envejecer en tiempo menor al segundo. Nos hace creer. Nada nos hace creer hoy en día. Se engaña a la gente por su supuesto bien personal, pero se engaña uno por costumbre.
La realidad es dolorosa, fría y húmeda. Es una herida que deja cicatriz. Una marca roja y temporal que nos hace sentir bien al mirarla con otros ojos. La realidad surge en los momentos en que la gracia se disipa. Cuando la muerte toca nuestra puerta cada semana.
Festejemos como nunca antes se festejó y celebremos a la melancolía de ningún recuerdo que habita en nuestros pechos. Alegrémonos porque estamos tristemente en lo cierto, y que debió ser así...
26-6-9
No hay comentarios:
Publicar un comentario