sábado, 1 de agosto de 2009

¿Cómo aparentar ser el mismo de antes de la tragedia? Parte VI

Abre el botiquín de frascos variados de colores y formas. La mayoría tiene gastada la rosca. Gira uno de ellos, bebiendo su contenido verde. Pasa por la puerta del baño; sale del linde del dormitorio y se sienta en el sofá. Los almohadones crujen. Esteban se acuesta, pone los pies en el borde fino de madera y coloca por encima de la otra saliente, su cabeza. Los ojos oscuros miran la pared blanca. El borde de un cuadro pequeño aparece en su mirada.
Saca un libro de fotografías, oculto debajo del sofá, de lomo negro y tapas gastadas. La primera de las hojas contiene una foto en blanco y negro. Un bebé regordete con ropa de una pieza holgada, monta un burro, quien usa un cobertor de colores autóctonos de la zona norte de la región, en su lomo. El brazo derecho de un persona mantiene al niño muy pequeño quieto. Un sol opaco delimita las sombras. La criatura humana tiene un babero imperceptible a simple vista, una sonrisa y unos pelillos sin fuerzas en su frente. Corre entre sus dedos pulgar e índice la página áspera, obteniéndose la carilla interna de la misma y la externa de la siguiente. En la primera, una fotografía de colores opacos, ocupa practicamente toda la extensión disponible. Un hombre cuarentón de abundante cabello negro, alza a un infante de dos años de edad. Estos visten de azul claro y llevan una camisa blanca y una beige, respectivamente. Una fuerte luz blanca ilumina sus rostros. Hay un gesto de alegría en el señor y una mueca de confusión en el último, quien no enfoca las pupilas en el lente de la cámara.

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