martes, 30 de agosto de 2011

Mis días como extra

Entro a mi habitación en el hotel y veo lo poco que he construido. Un televisor, un reproductor de DVD, una heladera que anda cada tanto y tiene rota la manija, una vasta colección de libros viejos de páginas amarillentas. Están ubicados en tres largas filas verticales, cerca de la cama. Algún día debería hacer un estante para ellos, o comprar uno. Deberían ser varios estantes, en verdad. Hasta sería mejor tener un librero. Lástima lo caros que son.


Hoy, a todo esto, le sumo un cuadro. Es una pintura asiática que encontré en las afueras de un ex restaurante chino. No les fue bien con el negocio. La pintura es hermosa, parecida a las obras de Ma Yuan, un pintor chino muy reconocido, aunque al parecer ni tanto. ¿Cuántos de ustedes conocen a Ma Yuan?

 Trabajo hace un tiempo de algo bastante particular. Cuando les diga, se van a reír mentalmente, o quizás no me crean. No tienen porqué creerme de todos modos. Ahí les va: Me pagan por comer. Me sientan en una mesa de esas simples con dos sillas y me dan comida. A veces me ponen frente la barra del mostrador, que es, básicamente lo mismo. Solo tengo que agarrar el sándwich, o la tostada o el plato de ensalada y comerlo. El trabajo no es malo, salvo en esas ocasiones en que a mi sándwich le ponen mucha lechuga, teniendo que sacarla y poniéndola a un costado de mi plato, o me dan café para la tostada (nunca les dije que por la úlcera, el tomar café me mata), o me dan esas ensaladas Caesar, que no tienen sabor y los que la preparan le tiran vinagre a morir. No me gusta el vinagre; soy un tipo más del aceite. Además, ¿Qué hombre va a una cafetería/restaurante y pide una ensalada?

Está bien, decir que solo me pagan por comer, sería mirar al asunto por un solo lado.Trabajo como extra en una de las series del momento. Ya llevan cuatro temporadas y les va bien, al parecer. La mayoría de las escenas transcurren en la cafetería del protagonista. Es ahí donde surge las mayorías de las situaciones graciosas y emotivas. Lo curioso de la serie se origina cuando el protagonista se siente solo, debido a las circunstancias dramáticas de turno, y le habla catárticamente a la escoba del local. Él la ve como en la única cosa en la que puede confiar. Tampoco ella lo regaña, ni recrimina y está siempre dispuesta a escucharlo. Esa parte es muy graciosa, trágicamente graciosa, diría yo. Cuando lo graban, me dejan quedarme a un costado y verlo. ¡Si que actúa bien ese muchacho! No se como hace, pero su actuación parece darle vida a esa vieja escoba y queda muy bien.

La gente de la producción me ha tomado afecto, parece. Como no los jodo y no quiero ser una super estrella de la televisión o del séptimo arte, me llaman muy seguido para participar. Hay cada cretino que aprovecha el papel de extra para intentar subir peldaños en la inmundicia de los egos chocantes actorales, cosa que me asquea y a ellos más. Pueden oler sus pretenciones a kilómetros de distancia, como si se tratase de una apetecible gacela que sedienta, hunde su hocico en las aguas del Serengueti y esparce su aroma por toda la ventisca (Es claro que mi afición obsesiva por los canales de televisión sobre vida animal arruinaron mi vida, o por lo menos, mis metáforas). Como les iba contando, vienen con sus caras bonitas, sus dientes blancos como perlas, sus cabellos llenos de productos, de lacas, mousses y fijadores. Parecen salir de una máquina de producción de idiotas agraciados por la Provindencia y el milagro hecho carne de las cirugías estéticas. Siempre buscan algún papel con diálogo, sin importar el que sea, y joden a todos: Al director, a los camarógrafos, a los de vestuario y maquillaje. Una vez a uno de ellos que vino, en la temporada tres, le dije que consiga papeles con su talento, no mostrándose asquerosamente aceptable para los ojos de la gente. Podés ser el más lindo de la Tierra, con una apariencia de poder  manejar cualquier situación de la vida, pero si sos interiormente un inútil, lo serás toda tu vida y eso, hay quienes lo notan, por ejemplo yo. Ni se mosqueó en responderme. Me miró con odio y se fue del set, con su portfolio en la mano y el espejo en la otra.

Margarita, la señora del vestuario, me hace poner gorras o pelucas que dan picazón, o vestimentas raras. Dice que la moda retro le sienta bien a mi cuerpo. Me pone esos pantalones cigarette, que son angostos y una sudadera con nombres de estados de USA, con camperas a lo James Dean. Le gusta disfrazar a todo el mundo, pero no todos se dejan. Yo sí, porque hace de mi día de comidas, un poco más interesante, aunque no es tan genial que digamos, cuando tengo que usar esas pelucas de cabello medianamente largo que pican como un millón de piojos zombies, que no sólo quieren mi cuero cabelludo, sino pareciera también mi cerebro, y pican, pican insaciablemente para conseguirlo, más aún cuando llevo gorra (Está bien, no solo Animal Planet arruinó mi capacidad metafórica. Mi fascinación por el cine de terror también hizo lo suyo).


-Es todo lo que tengo por ahora, pero tiene buena pinta, como una cerveza de esas importadas-


No hay comentarios: