domingo, 28 de septiembre de 2014

Sonrisa cómplice - I -

Ella espera a que el llegue a la cafetería ubicada por el Centro. Había un par de personas de traje, seguramente ejecutivos de empresas importantes o gente que imita a los verdaderos ejecutivos de empresas importantes. “O sos o lo parecés.” Pensó ella. “La gente que realmente lo es, no piensa mucho en parecer porque no tiene tiempo de pensar así porque nunca tienen tiempo para cosas así. La gente que lo parece, en cambio, si. Pueden pasar toda su vida pareciendo porque jamás serán.” Ella bebe de su café con leche delicadamente.
Él aparece por la puerta. Se sienta rápido frente a ella. Su importa revoluciona la energía estancada del lugar.
-Hola. – dice, seco- Hagamos esto lo más rápido posible.
-Pero de esa forma no sería divertido. –Ella sonríe cómplicemente- Además no es parte del protocolo. Diez minutos o nada.
Él la mira decidido para luego desviar la mirada, suspirar y malhumorarse.
-Me tomaría un té. Me encabronaría, pero de nada serviría. –Le hace una seña a la mesera.
-Vos y yo, juntos – Dice ella, sonriendo altiva – hacemos desastres.
Él la mira fijo por un instante. Su larga melena morocha y sus ojos que irradian cierta locura, que solo podría calificar él de “sagrada” (ya anteriormente se había planteado definir dicha significación de aquellos ojos y lo único que le puede venir por la mente al verla es aquella palabra), encajan bien en su rostro vívido de juventud y venganza.
-Nunca entendí bien tu venganza, Caro. Nunca. Y todo radica en la intención. En la intención de “desastre”. Si las cosas salen bien, no son desastrosas en lo absoluto. Pero sí, podrías, digo, la gente podría decir que es algo así.




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