Ella espera
a que el llegue a la cafetería ubicada por el Centro. Había un par de personas
de traje, seguramente ejecutivos de empresas importantes o gente que imita a
los verdaderos ejecutivos de empresas importantes. “O sos o lo parecés.” Pensó
ella. “La gente que realmente lo es, no piensa mucho en parecer porque no tiene
tiempo de pensar así porque nunca tienen tiempo para cosas así. La gente que lo
parece, en cambio, si. Pueden pasar toda su vida pareciendo porque jamás serán.”
Ella bebe de su café con leche delicadamente.
Él aparece
por la puerta. Se sienta rápido frente a ella. Su importa revoluciona la energía
estancada del lugar.
-Hola. –
dice, seco- Hagamos esto lo más rápido posible.
-Pero de
esa forma no sería divertido. –Ella sonríe cómplicemente- Además no es parte
del protocolo. Diez minutos o nada.
Él la mira
decidido para luego desviar la mirada, suspirar y malhumorarse.
-Me tomaría
un té. Me encabronaría, pero de nada serviría. –Le hace una seña a la mesera.
-Vos y yo,
juntos – Dice ella, sonriendo altiva – hacemos desastres.
Él la mira
fijo por un instante. Su larga melena morocha y sus ojos que irradian cierta
locura, que solo podría calificar él de “sagrada” (ya anteriormente se había
planteado definir dicha significación de aquellos ojos y lo único que le puede
venir por la mente al verla es aquella palabra), encajan bien en su rostro vívido
de juventud y venganza.
-Nunca
entendí bien tu venganza, Caro. Nunca. Y todo radica en la intención. En la
intención de “desastre”. Si las cosas salen bien, no son desastrosas en lo
absoluto. Pero sí, podrías, digo, la gente podría decir que es algo así.
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