sábado, 4 de abril de 2009

Tijeras y semblantes de un pasado sentido

Ni siquiera piense que un par de gatitos blancos arreglarán mi día,
ni la mañana imaginable por un sujeto con lentes;
sólo sirva el café en un calvo tazón,
tu barba pica y tu indumentaria escasea.
Eran bordes blancos,
como esos que caen de la máquina de los helados,
los cubría mientras brillaban sus ojos,
es el amor en tres palabras multiplicados por un millón.

Podría hacer esto,
pero todo el mundo sabe que soy un encanto,
acaramelado y fino matíz facilmente entendible,
es bueno ser el malo en el ardor de todo un día.

Ni siquiera pienso en contar más de tres puntas,
tres es el número que se repite en una diestra y siniestra
burocrática y bronceadamente arreglada,
holgadas son las cuentas al revés de los pasos de baile.
Una voz aguda reflejada en el presente,
una resolución tomada de un verde y tomado prestado libro;
"Dijiste que la felicidad era cosa de grandes,
aunque olvidaste mencionar que deja de ser útil a esa edad."



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