domingo, 12 de julio de 2009

¿Cómo aparentar ser el mismo de antes de la tragedia? Parte IV

(...)

Me empeñaba a seguir con el ideal, Verónica. Me hervía el rostro a causa de los nervios. El día empezaba a oscurecer, como tanta otras veces hizo en el pasado. Es muy curioso como la alegría le cuesta mantener la frescura de su juventud. Puedo decirte que no era pesar lo que encendía de forma completa mi espíritu. Sentía una pequeña, diminuta, microscópica célula revolucionaria. Me habían dicho que duraría para siempre, pero en su momento no les creí. ¿Cambiar era lo que realmente necesitaba? Mis pasos estaban a pisadas de volver.
El porque del regreso no es claro ni para mí, Verónica. Todavía no pude convencerme como para intentar hacer lo mismo con vos. Se que volví, obligado por un deseo curioso, una iniciativa incoherente propagadora de un accionar que en el futuro traerá problemas. Ni siquiera las nubes querían ser mi compañía aquella noche. Lo notaba en sus reflejos rojizos.
El comienzo no estuvo tan mal. Me reconocieron en seguida y no bromearon de mi ausencia, como suelen hacer con los caídos en busca de una nueva justificación. Me preguntaron si mi acercamiento se parecía más a una visita de esas propensas a perderse en la memoría, o era, en realidad, un retorno a lo que ellos llamaron "nido". Entiendo porque usaron esa palabra. Me cobijaron en su momento bajo sus ideales y en ese conjunto de celdillas, vieron gestarse a todo un hombre considerado prometedor (ellos no saben en lo que me convertí) que estaba a un paso de la gracia. No les respondí a su pregunta. Sólo atiné a sonreirles y a sentarme, preparado para oír sus discursos cíclicos y simples. Recuerdo no haber abierto la boca en todo el tiempo que duró. Sólo fingía una sonrisa. Era lo único que podía hacer.
En un momento se me acercó uno de ellos, uno de alto rango. Me saludó y me llamó por mi nombre. Palmeó mi espalda también. Las cosas que habrán pasado por su cabeza al verme. No quiero ni siquiera pensar en eso. Escuché atentamente, me levanté cuando todos se levantaron, subí las escaleras cuando era oportuno hacerlo y regresé a casa, decidido a escribirte.

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