viernes, 14 de enero de 2011

Desquebrajar en una docena al amor en un concierto -Parte 1-

La última entra apurada al cuarto. Sus cabellos ondulados y largos se agitan tras empujar a Catalina, vestida ella de blanco cadavérico. Catalina la empuja, para arrastrarla al interior del mar de gente, de chicas jóvenes de vestidos coloridos y divertidos. La que parecía la más grande del lugar, dado su vestimenta de vieja ascética y su piel de treintas en su haber, tira cenizas al suelo. Ese es el espectáculo que ve al llegar a la primera fila de lo que nucleaba de forma circular al compendio de muchachas. Ellas formaban una especie de «U» alargada, fuera de forma. Contemplaban a Laura tirar ceniza. Luego desaparece tras una puerta en una de las paredes tapizadas de sedas blancas. Parecía una carpa hindú de corte moderno. Las sábanas estaban casi pegadas a las paredes sin esquinas. Al salir, al pasar por la puerta, deja caer su manto cobertor de color azul. La niña corre a levantarlo, más niña todavía, casi a la altura de una flor, agarrándola y estirándola con fuerza. Le cuesta hacerlo, le presenta mucha dificultad. Nota que en la capa, hay una luna dorada junto a dos estrellas. Tira ahora con más consistencia y siente como sus huesos y piel se estiran, hasta transformarla de vuelta en una chica. Se lo pone y se sienta en un costado. Se pone en posición fetal y ahí se queda. Dormitando, casi al borde del llanto. Una de las rubias, de lindo y alocado aspecto, se mueve sin parar, arrastrando la base de una batería. Lo hace con toda su entereza y logra, tras grandes esfuerzos, colocarla en frente de las muchas futuras mujeres. Ellas se extrañan. Muchas temen algo, que no saben que es. Les asusta eso, aunque no puedo decir que no hay quien se sienta atraída por ese gesto.

-¿Entonces, qué veremos? - Pregunta Larien.
-No sé, parece algún tipo de espectáculo. - Responde Carla, maléfica, sin intentar esconder el desprecio sensual que siente por las cosas poco claras. No abandona nada sin que los dedos de sus pies encuentren el distante aparato de maquinación de severa, que corroe su alma. Se seca la satisfacción de sus labios, de las comisuras de los labios finas y secas.
-Oh, mirá.

La chica rubia, quien anteriormente había salido por la misma puerta en la que salió Laura, vuelve a traer un soporte de guitarra, con una guitarra negra, brillantemente negra de aspecto.
-Esto me hace recordar a algo, a un deseo suspirado por alguien o algo cierta vez. - Se cuestionó Carla. - ¿No fue eso el que usó mis palabras para acallar insuficiencias en estimas? ¿Quién silenció el alboroto con palabras, enclaustres, morbosas reacciones de sugerencias con mis consistencias acciones?

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