domingo, 20 de marzo de 2011

Desquebrajar en una docena al amor en un concierto -Parte 3-

-          -Tengo la sabiduría de la gente de África. Tengo la cura para tus males. En la voz esta la medicina. Poseo experiencia y comprensión. Soy como tu amigo que conoce los caminos por las calles en las que caminás. Directo a las estrellas. El color rojo del vino. Un paso previo a estar bien. Un intermedio predominante. Tengo la sabiduría de la gente del mundo. Como frutos de mil colores. Te convido y espero que estés bien conmigo.  Nos juntamos antes y estuvimos, debajo del nombre del amor. Si, comimos manzanas, nos alejamos de todo, comimos naranjas, nos apartamos del contexto. Estuvimos juntos, mientras intentaba alegrarte, a pesar de no ser feliz. Lo hice por vos. No es tanto el rechazo que me das sin saberlo ahora. No es para tanto, porque se que compartiremos una nube. Tengo la sabiduría de la gente de otros mundos. Llega de a poco, pero se obtiene con la espera. Una espera natural y directa al aire. Si escuchás con cuidado, me oís a mi y a las trompetas sonar. Fue algo exacto lo de estar juntos. Fue la pregunta y la cuestión de la causa. Fue posible por llegar a tu corazón y hacerlo volar. Llegaste al aire. Me porté bien, a veces, para llegar a eso. Directo al cielo. En el mambo de los afectos, uno piensa que es el último, lo único que conseguirá hasta morir. Te dije, es natural esto. Lo digo con todas mis fuerzas.  – Canta él, apareciendo con toda la instrumentación armada. La batería, el bajo, la guitarra, los equipos de sonido. El canta y el mundo se derrumba porque calla. Callan todas para escucharlo. La batería tocaba suave, el bajo seguía el ritmo, la guitarra sacudía la brisa brillosa, con estridencia, la voz de él era el eco de sus almas. Todas ellas callaron. Ninguna quedó sin entender. Ahora es cuando las montañas se acercan y les dicen cosas. Esperemos a escucharlas. 

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