Me gustaba llamarlo "una infidelidad muy inocente", ya que mi ajetreo interno no se encaminaba a una culminación, sino más bien a mantener afanoso al deseo. Y el dragón se mordía la cola y yo podía escribir en paz y sosiego. Tantos retazos escritos, tanta melancolía en una copa...
En este momento en el cual expongo mi alma, mis sentencias no tienen acusado, y mis dictámenes carecen completamente de peso. Necesito un nuevo manantial de debilidad. La congoja del mártir se diluye con el agua del tiempo dejándome exteriormente seco y expuesto a la igualdad...
Este texto incompleto, que bastante completo está a mi parecer, lo encontré en un cuaderno viejo que tenía. Lo habré escrito hace 3 años. Hace mucho que no hago introspecciones de ese tipo y hace mucho que no utilizo tantos puntos suspensivos...
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