sábado, 12 de marzo de 2011

¿Quién mató a Sonrisas? Parte 2

Recuerdo aquella ocasión en la biblioteca del colegio. Buscaba algún nuevo libro para leer, a razón de haber acabo el anterior. La biblioteca contaba de una habitación grande, en donde los estante cubrían las paredes. Ahí ellos, libros de diferentes tipos de mensajes, tamaños y cubiertas, reposaban apilados los unos a los otros, inmutables. En el centro había largas mesas con sillas típicas de la primaría; De base y respaldo de madera color beige, anchas y con aspecto descuidado. En una esquina, frente a la puerta, estaba el escritorio de la bibliotecaria, con un pequeño fichero a su diestra. Claro está, que en esos tiempos, las computadoras no eran tema de plática en las escuelas públicas. En las hojitas rectangulares del fichero, anotaba los libros que llevábamos, en su correspondiente ficha. Solía tener mal genio si le pedías ir a buscar un libro que no encontrabas. A decir verdad, fruncía el ceño simplemente con pedirle cualquier cosa relacionada con su trabajo. Por eso mismo, buscaba material por mi cuenta, a solas de la muchedumbre ruidosa que disfrutaba a su manera del recreo. Estaba complacido, en compañía del silencio reinante y cómplice, dado entre los baratos estantes, las mesas,  las sillas, la  bibliotecaria y los libros con pocas lecturas, en su mayoría. ¿Qué chico normal de diez años tenía la rara costumbre de leer a modo de diversión? Por suerte para mí, nadie. También recuerdo que había un pequeño televisor, en donde muy cada tanto, mirábamos algún documental o film adicional a la clase dada. Como era un hecho bastante insólito, nuestra videoteca contaba de unos ocho o nueve cassettes de VHS.

1 comentario:

Mar dijo...

Es verdad lo que decis de que todos nos parecemos, más en lo animal, es que todos lo somos pero nadie quiere verlo, nadie quiere serlo, todos quieren disfrazarse de lo que sea con tal de no mostrarse.

Gracias por los comentarios lindos!
lindo leerte también :)

besos