Estos días disfruto el padecimiento de vivir lo más libre que se pueda. No es la gran cosa, pero si es un acto de madurez íntima y espiritual. Les reitero: No es la gran cosa. Estoy cansado, pero es entendible. Tanto que la barba pica y no molesta tanto como debería. Es todo aquello de crecer y bueno, tomar tragos amargos y disfrutar del mareo que provocan las olas mediocres de la subsistencia.
Ayer estuve paseando con un perro. Fui con los chicos a la Martin Fierro, junto a Sasha, el perro de Ema. No saben lo bien que instruye Animal Planet. Fue genial, y más cuando vivimos aventuras. Unas señoras tenían un perro que habían encontrado en la plaza y parecía perdido. Estaba bien alimentado, creo que era de raza, y se lo veía limpio y sano. El problema era saber que hacer con el animal. La anciana, una de las señoras con las que hablamos, nos dijo que vivía cerca de donde graba Babasónicos y que los ve siempre. También vimos a una chica, que su perro de ocho años se llama Aarón. Se le preguntó si conocía al perro en cuestión, como ella vive lindante a la plaza y su respuesta fue negativa. Dije que nos lo íbamos a quedar, aunque sea un rato, ya que de todos modos pensábamos pasar horas de madrugada en la plaza. Los chico, la señora y la dueña de Aarón, aceptaron.
Hablé horas con Gabriela, la susodicha dueña del can de nombre hebreo. Resultó ser muy copada. Me comentó de su trabajo en una libreria, de su problema en la espalda causado por su labor, de la vida de su perro y como tenerlo ayudó a toda su familia. Me comentó sobre sus viajes y me explicó, cuando veíamos a los vecinos pasar, quienes era y si les caía bien o no. Pasó un tipo con muletas y me dijo que esa lesión no se la hizo trabajando duro o en algún deporte. "Se la hicieron.", me dijo, con cara seria.
En mi caso, le comenté de mi gato, de mis desventuras con él, en nuestra relación amor-odio y de lo genial que fue cuando lo trajieron a casa. Le comenté mis asuntos con la vida y el trabajo burgués y de que pensaba que todos querían arruinarnos y lo hacen encantados por el simple hecho de tener más poder o plata, cosas que odiaba. Supo de mis nuevos trabajos y les hablé de los chicos, que no paraban de jugar a la pelota.
En serio, estuve a solas hablando con ella por horas y horas, mientras tomábamos cerveza. Fue una especie de catarsis verbal, de encontrar un oido extraño que quiera escuchar con atención nimiedades.
Más tarde apareció "Leo", un chico que estaba bastante tomado, en todos los sentidos de la palabra "tomar". Supuestamente lo habían robado o algo así. Nos cayó bien, asi que nos quedamos un rato con él. Debido a todo lo que tenía en la cabeza, no podía ni charlar, casi, pero fue graciosa su presencia. Después de oír Flema que pasaba Pablo, se fue a su hogar. Estaba indignado porque le habían robado las llaves también.
Al final de la noche, con muchas chichas frías encima, hablamos de la FLIA, de lo inoperante del gobierno y de sentimientos, típico topic de charla de borrachos. Gabriela le dió consejos sentimentales a uno de los chicos, que tiene un conflicto amoroso. "Le cantó la justa", decíamos entre todos, mientras hablaba. No voy a mencionar quien es, para no deschavarlo. Es parte de la amistad no decir quien arroja la piedra o comete el pecado. Creo que es algo así.
Realmente, no pude oír los consejos, porque estaba jugando con los perros. Sasha le tiraba mucha onda a Aarón, pero este se quedaba escondido, como buen perro tímido. Hasta los perros sufren de problemas de ese tipo. Los Humanos tenemos la suerte de contar con mecanismos para hacer más sencilla una cita o un encuentro casual con un sexo que nos gusta (Papo les decía "tajo", ¡Qué vocabulario!). Ellos, los perros, me tenían a mí. Descubrí, a eso de las cuatro de la mañana, que como casamentero no soy muy bueno que digamos. Hay gente que es buena uniendo personas. Yo soy bueno uniendo palabras y debería quedarme ahí. Punto.
Los canes se comenzaron a poner molestos porque querían irse a dormir. Eso fue la señal de despedirse y de, seguramente, jamás volvernos a ver con Gabriela y Aarón, de las señoras, del can perdido, de nuestra juventud que apestaba a malta, a sudor y a humo, mucho humo. Es parte de existir, mas como me repetía Gabriela: "Nada es casualidad".
Gabriel era un ángel de Dios. Algo así me acuerdo de esa película de Travolta. Entonces, porque no decir que Gabriela también pudo haber sido uno, aunque más terrenal y de Parque Chacabuco. Combinan en nombres y de la forma de aparece misteriosa e iluminativa. ¿Puede ser qué realmente lo sea? Me gusta pensar que si.
No hay comentarios:
Publicar un comentario