lunes, 19 de marzo de 2012

Gracia Divina - Gabriela destruye al mundo en una cita


Gabriela empieza a salir con la chica gótica. Buscan conocerse más. La chica gótica la invita a una fiesta en un bar sin aire acondicionado, que tiene una pequeña sala en donde tocan ciertas bandas cada tanto y se puede bailar, ya que la cabina de sonido, ergo también, la cabina de DJ, queda en el mismo sitio. El lugar se llama el Exclusivo.
De los parlantes que se esconden vaya a saber uno, el bajo potente de una canción post-punk retumba victorioso, seguido por toda una cadena musical de dudosa calidad sonora. La voz del cantante, con dificultad, puede expresar claramente sus palabras. Algo típico del género. La luz es tenue y Gabriela, tras subir unas escaleras, llega a la entrada del Exclusivo y le pide una entrada a la señora de lentes de la puerta. Divisa que está la chica gótica a pasos de ella, observando algo a través de una ventana. Gabriela se la queda mirando, mientras hace la transacción de dinero por dicha entrada, con la obtención de un vuelto. Sus ojos gritan su nombre y espera a que la chica gótica tenga esa cualidad psíquicamente auditiva y se volté para verla. Ya con la entrada en la mano y a punto de inclinarse para tomar su bolso, y dirigirse hacía ella, la percepción mágicamente sucede. La morocha con demasiada base clara en el rostro, voltea su cabeza y ve a Gabriela, parada delante de las escaleras, mirándola curiosamente sorprendida, con sus grandes ojos verdes. La conexión psíquica parecía haber funcionado.
Se acerca. Gabriela deja su bolso en el suelo y le sonríe a la chica gótica. No sabe realmente como saludarle. Si la besa, tiene dos cuestiones: Puede besarla en la mejilla, saludo tradicional, pero le daría la idea errónea quizás, de amistad, cuando se está comenzando a gestar algo de afecto en sus figurados corazones. O, besarla apuntando directamente sus labios a los de ella, afianzando quizás, los vínculos afectivos de algo que todavía no se deba o se quiera, en realidad, afianzar. Gabriela le extiende, ante los señales de su propia duda, su mano.

-Hola. –Dice sonriendo de forma tímida.

La chica gótica observa esto y se ríe, dándole la mano y apretándole suavemente.

-Hola, buenas.

-Gabriela. –Dice, imitando el saludo cordial de generaciones anteriores.

-Un gusto, Gabriela. –Le responde, guiñándole el ojo y siguiendo el juego de roles. –Usted sabe mi nombre, por lo que no hace falta decirlo.

-Claramente conozco su nombre, pero suena TAN bien cuando alguien lo dice, que me gustaría escucharlo.

La chica gótica se muerde el labio y hay ciertos gestos de pasión en sus ojos. Gabriela se da cuenta de eso, porque es una joven muy perceptiva en cuanto al comportamiento y situación sentimental del ser humano en general.

-Puede que lo escuchés más adelante… –La toma de la cintura- en un lugar más tranquilo que este… –Le acerca aquella delicada boca a la oreja derecha y susurra- …y en otro contexto.


La chica gótica le toma de la mano y la lleva a paso rápido al encuentro de un grupo sentado en unas gradas muy estéticamente aceptables.

-Ellos son mis amigos. Dicho en un modo menos modesto: Los verdaderos dueños de la fiesta.

Gabriela asiente y encaminan sus pasos, esquivando personas, hasta ahí.

-Miren, chicos. Ella es Gabriela.

Podría decirse que se hizo un silencio fantasmal, pero la música a todo lo que da y las charlas a gritos de los visitantes del bar, cubrieron ese vacío sonoro por parte de los “verdaderos dueños de la fiesta”.

-Fanática de Patti Smith, ¿No? –Dice una de las chicas, con mucho labial negro en sus labios.

-Hm, me gusta el tema Horses. Es muy bueno. Y detesté el cover que hizo de Nirvana. Una vez vi un documental de ella, que era como si estuviesen grabando su gira. En realidad, no lo sé. No lo terminé de ver y tampoco podría decir que me gusta Patti Smith. Sé que me gusta Horses

-¿Por qué lo decís? –Le pregunta la chica gótica a la que consultó sobre el gusto musical de nuestra querida castaña clara protagonista.

-Decía yo, -Señala con un gesto con la cabeza- por la forma en la que se viste.

Gabriela se mira de abajo hasta arriba. Sus borcegos recientemente lustrados, para la especial ocasión, se contraponen con el vestido largo hasta las rodillas de color verde, y el cardigan negro y diminuto que lleva encima. Un pequeño collar se hace presente debajo del cuello, que a primera vista, es claro que carece de valor monetario. El enorme bolso tampoco ayuda a entender el outfit y como su cabello es lacio y manejable y sus facciones suaves a las cuales, no les hace falta maquillaje ni ella tiene la costumbre de arreglarse tanto, su belleza natural sorprende. Sorprende la no búsqueda de sorprender de Gabriela.

Sin embargo, la que en verdad tiene el punto de vista correcto en relación a lo dicho, es la chica gótica, que se da cuenta que es el contraste la clave, y el contraste curiosamente no radica en sus amigas o en ella, quienes están acostumbrados a ser realmente el contraste en cuestión. En este caso, con su vestimenta naturalmente ascética y sus grandes botas, es ella, su cita quien logra ser la llamativa. Para bien o para mal.

-¿Qué edad tenés? –Pregunta otra conocida del grupo, que revuelve con el sorbete un fernet con un poco de hielo servido en un vaso de plástico opaco.

-Tengo veintiún años.

Otro silencio metafórico por parte del conjunto de apariencia lúgubre, devenido en una carcajada general, digna de un aquelarre.

-No sabía que te gustaba robar cunas. –Le dicen a  la chica gótica.

La del fernet se levanta de la grada y se acerca a Gabriela. Le acerca el vaso de plástico en invitación a tomar.

-No, gracias. –Dice Gabriela- No me gusta mucho el fernet. Me llena demasiado.

-Y además provoca gases. –Le dice- ¿Sabés? Todos los de acá tenemos un poco más de edad que la tuya. Andamos terminando los veinte.

-Pasamos por muchas cosas. – Comenta una de las chicas de la grada.

-¡Somos viejos chotos! –Dice uno, que claramente es el más grande de edad de todos y a quien el amaneramiento se le deja lucir notoriamete mediante sus gestos y tono de voz.

La chica gótica le ofrece un cigarrillo mentolado y ella acepta. Lo pone en su boca y una de las chicas le da fuego.

-Todos envejecemos. –Dice Gabriela largando el humo- Pero no todo el mundo crece a la par.



 -continuará-










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