Gabriela empieza a salir con la chica gótica. Buscan
conocerse más. La chica gótica la invita a una fiesta en un bar sin aire
acondicionado, que tiene una pequeña sala en donde tocan ciertas bandas cada
tanto y se puede bailar, ya que la cabina de sonido, ergo también, la cabina de
DJ, queda en el mismo sitio. El lugar se llama el Exclusivo.
De los parlantes que se esconden vaya a saber uno, el bajo
potente de una canción post-punk retumba victorioso, seguido por toda una
cadena musical de dudosa calidad sonora. La voz del cantante, con dificultad,
puede expresar claramente sus palabras. Algo típico del género. La luz es tenue
y Gabriela, tras subir unas escaleras, llega a la entrada del Exclusivo y le
pide una entrada a la señora de lentes de la puerta. Divisa que está la chica
gótica a pasos de ella, observando algo a través de una ventana. Gabriela se la
queda mirando, mientras hace la transacción de dinero por dicha entrada, con la
obtención de un vuelto. Sus ojos gritan su nombre y espera a que la chica
gótica tenga esa cualidad psíquicamente auditiva y se volté para verla. Ya con
la entrada en la mano y a punto de inclinarse para tomar su bolso, y dirigirse
hacía ella, la percepción mágicamente sucede. La morocha con demasiada base
clara en el rostro, voltea su cabeza y ve a Gabriela, parada delante de las
escaleras, mirándola curiosamente sorprendida, con sus grandes ojos verdes. La
conexión psíquica parecía haber funcionado.
Se acerca. Gabriela deja su bolso en el suelo y le sonríe a
la chica gótica. No sabe realmente como saludarle. Si la besa, tiene dos
cuestiones: Puede besarla en la mejilla, saludo tradicional, pero le daría la
idea errónea quizás, de amistad, cuando se está comenzando a gestar algo de
afecto en sus figurados corazones. O, besarla apuntando directamente sus labios
a los de ella, afianzando quizás, los vínculos afectivos de algo que todavía no
se deba o se quiera, en realidad, afianzar. Gabriela le extiende, ante los
señales de su propia duda, su mano.
-Hola. –Dice sonriendo de forma tímida.
La chica gótica observa esto y se ríe, dándole la mano y
apretándole suavemente.
-Hola, buenas.
-Gabriela. –Dice, imitando el saludo cordial de generaciones
anteriores.
-Un gusto, Gabriela. –Le responde, guiñándole el ojo y
siguiendo el juego de roles. –Usted sabe mi nombre, por lo que no hace falta
decirlo.
-Claramente conozco su nombre, pero suena TAN bien cuando
alguien lo dice, que me gustaría escucharlo.
La chica gótica se muerde el labio y hay ciertos gestos de
pasión en sus ojos. Gabriela se da cuenta de eso, porque es una joven muy
perceptiva en cuanto al comportamiento y situación sentimental del ser humano
en general.
-Puede que lo escuchés más adelante… –La toma de la cintura-
en un lugar más tranquilo que este… –Le acerca aquella delicada boca a la oreja
derecha y susurra- …y en otro contexto.
La chica gótica le toma de la mano y la lleva a paso rápido al
encuentro de un grupo sentado en unas gradas muy estéticamente aceptables.
-Ellos son mis amigos. Dicho en un modo menos modesto: Los
verdaderos dueños de la fiesta.
Gabriela asiente y encaminan sus pasos, esquivando personas,
hasta ahí.
-Miren, chicos. Ella es Gabriela.
Podría decirse que se hizo un silencio fantasmal, pero la
música a todo lo que da y las charlas a gritos de los visitantes del bar,
cubrieron ese vacío sonoro por parte de los “verdaderos
dueños de la fiesta”.
-Fanática de Patti Smith, ¿No? –Dice una de las chicas, con
mucho labial negro en sus labios.
-Hm, me gusta el tema Horses.
Es muy bueno. Y detesté el cover que hizo de Nirvana. Una vez vi un documental
de ella, que era como si estuviesen grabando su gira. En realidad, no lo sé. No
lo terminé de ver y tampoco podría decir que me gusta Patti Smith. Sé que me
gusta Horses…
-¿Por qué lo decís? –Le pregunta la chica gótica a la que
consultó sobre el gusto musical de nuestra querida castaña clara protagonista.
-Decía yo, -Señala con un gesto con la cabeza- por la forma
en la que se viste.
Gabriela se mira de abajo hasta arriba. Sus borcegos
recientemente lustrados, para la especial ocasión, se contraponen con el
vestido largo hasta las rodillas de color verde, y el cardigan negro y diminuto
que lleva encima. Un pequeño collar se hace presente debajo del cuello, que a
primera vista, es claro que carece de valor monetario. El enorme bolso tampoco
ayuda a entender el outfit y como su
cabello es lacio y manejable y sus facciones suaves a las cuales, no les hace
falta maquillaje ni ella tiene la costumbre de arreglarse tanto, su belleza
natural sorprende. Sorprende la no búsqueda de sorprender de Gabriela.
Sin embargo, la que en verdad tiene el punto de vista
correcto en relación a lo dicho, es la chica gótica, que se da cuenta que es el
contraste la clave, y el contraste curiosamente no radica en sus amigas o en
ella, quienes están acostumbrados a ser realmente el contraste en cuestión. En
este caso, con su vestimenta naturalmente ascética y sus grandes botas, es
ella, su cita quien logra ser la llamativa. Para bien o para mal.
-¿Qué edad tenés? –Pregunta otra conocida del grupo, que
revuelve con el sorbete un fernet con un poco de hielo servido en un vaso de
plástico opaco.
-Tengo veintiún años.
Otro silencio metafórico por parte del conjunto de
apariencia lúgubre, devenido en una carcajada general, digna de un aquelarre.
-No sabía que te gustaba robar cunas. –Le dicen a la chica gótica.
La del fernet se levanta de la grada y se acerca a Gabriela.
Le acerca el vaso de plástico en invitación a tomar.
-No, gracias. –Dice Gabriela- No me gusta mucho el fernet.
Me llena demasiado.
-Y además provoca gases. –Le dice- ¿Sabés? Todos los de acá
tenemos un poco más de edad que la tuya. Andamos terminando los veinte.
-Pasamos por muchas cosas. – Comenta una de las chicas de la
grada.
-¡Somos viejos chotos! –Dice uno, que claramente es el más
grande de edad de todos y a quien el amaneramiento se le deja lucir notoriamete mediante
sus gestos y tono de voz.
La chica gótica le ofrece un cigarrillo mentolado y ella
acepta. Lo pone en su boca y una de las chicas le da fuego.
-Todos envejecemos. –Dice Gabriela largando el humo- Pero no
todo el mundo crece a la par.
-continuará-
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