miércoles, 27 de junio de 2012

Si murieses y fueras al Cielo, ¿Qué esperarías que Dios te dijera ni bien llegues?


Dios me diría algo, de lo cual asentiría y con un gesto de mi mano le mostraría lo poco que me importa su retórica metafórica en ese momento. Colgaría mi boina en el sombrerero, me sacaría el saco gris y lo dejaría en el perchero, diciéndole con cansancio agitado en mi voz: “¡Qué vida que tuve!”. Me prendería un cigarrillo y le convidaría uno a él, quien sacaría fuego y se lo prendería gustoso, apretando el pucho a sus finos labios. Lo miraría a los ojos y observaría toda su vejez instaurada en su piel, su barba larga y sus arrugas enjutas. Es viejo, pero su espíritu pareciera ser el de un adolescente enérgico. Se que, si abriese la boca, una ráfaga de jovialidad emanaría y cubriría todo el lugar. La pasión de Dios debe ser enorme, y me lo imaginaría gesticulando sus ideas y cambiando el tono de la voz para enfatizar alguna que otra palabra o concepto, que le pareciese interesante. Él me miraría, por fin, a mis ojos, le tocaría el hombro y le diría: “No sabés las cosas que tengo para contarte”.

1 comentario:

Unknown dijo...

Dios es Laiseca.