jueves, 21 de junio de 2012

Prodigio de Familia IV (Introducción)


Mariana era mi visión de la belleza juvenil, y mientras más avanzaba el tiempo, aquella visión, espejismo fue. Perdió su peso, su forma; se transformó en una ilusión, para luego mostrarse descubierta y violable, con una inscripción en tinta oscura y caótica, que sobre sus pechos se marcaba. Y decía:

DESTRUIR LO HERMOSO.

Es como tener una roca en tus manos y sentir su condición natural, en el momento en que comienza a cambiar, a transformarse increíblemente en una especie de flor tiesa que se deshoja, y que es llevada por el viento, muy cerca, pero a la vez muy lejos de vos. Una pared de cal de distancia. Y se deshoja la roca y tu mano queda vacía. Sentís todavía el peso en tu mano, aunque solo queda en tu cabeza el recuerdo de haberla poseído por un breve lapso. Aquellos buenos tiempos…

Ahora te queda la melancolía de haber experimentado la levedad y lo infeliz que fuiste en todo el proceso, cuando el viento todavía soplaba y alejaba eso natural que te hacía bien, junto a ese perfume Chanel, que se ponía ella en sectores tácticos sobre su cuerpo. Infeliz porque aprendiste una lección importante y es que la Vida siempre tiene la última palabra y eso bajonea a cualquiera. No podemos escapar de su pensamiento de igualdad que tiene sobre nosotros. No podemos escapar de las consecuencias de nuestros actos, que son igualmente dañinas para todo ser.

Todos dirán que la roca fue una ilusión, en su mirar de ojos falsos; Mas yo moriré sabiendo, que fui eterno un santiamén de existencia y que en el cielo se escribía el nombre de ella cada vez que lo miraba.

En este momento de la historia, debería volver un poco para atrás, y explicar como nació el monstruo, antes de mostrar la manera de como desarraigué la belleza. Esperemos para eso, porque lo que viene, trae cruces consigo.

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