Mocelli le dio la tarea al no tan pequeño Kevin porque no quería preocuparse por ese tema, en ese momento de su vida. Había conocido a una chica, llamada Sarah, con la cual estaba comenzando una relación y lo que menos quería el futuro padre era perderse en ideas irrisorias. Sarah, con hache al final, como le comentó ella cuando se conocieron, era una hermosa joven judía. Cabello largo y ondulado, ojos negros de mirada penetrante, nariz aguileña marcadora de carácter y un fuerte sentido del ahorro. Eso lo sorprendió a él de buena manera, porque Mocelli es de gastar sin pensar. Cuando tiene, vive como un apoderado, y cuando no, aprieta el cinturón como el mejor de los vagabundos. En el Clero, por suerte para él, es imposible morirse de hambre. Siempre hay alguna señora que dona alguna comida casera, o algún devoto panadero o carnicero que quiera expiar sus culpas dando a cambio un poco de sus especies.
Ese domingo por la tarde, fue un hecho importante para Kevin. Uno de esos momentos en que cambia tu vida, en algún sentido más allá de lo vulgar. El no todavía padre Mocelli, junto a Sarah, a quien había invitado, y junto a un par de hermanos de la tercera edad de la congregación asistieron para cuidar a los niños de la escuela dominical y Kevin, en la visita al Cine del barrio: Un complejo de muchas instalaciones con patios de comidas, locales de ropa de alto nivel, guardias, teléfonos y hasta toilettes tan o más limpios que la inmaculada concepción de María. Para muchos de los niños, que eran de bajos recursos, era la primera vez en el cine y también, en cuanto a la visita a ese tipo de lugar, denominado Shopping. Todo era grande, asombrosamente iluminado y artificialmente fresco, debido a los aires acondicionados. Para Kevin fue todo un espejismo, mas eso no fue lo que le hizo maravillar.
Fueron sentándose en las butacas de la sala oscura, y se ubicaron en la parte trasera de lugar, cerca de las puertas por si algún chico quisiera ir al toilette. Eso fue idea de Sarah, quien era más ávida a la hora de pensar en el bienestar de los niños. Mocelli a veces pecaba de ser limitado en eso, como típico hombre, y un poco idealista, en cuanto a la ventura del cuidado de los chicos. Kevin se daba cuenta de esos detalles, pero como era autosuficiente en toda ocasión, la buena idea de Sarah no fue lo que en verdad lo hizo conmocionar internamente.
Ese hecho sucedió cuando la película empezó y al terminar, los ojos brillosos de Kevin no podían creer lo que estuvo viendo. Los personajes no eran como los de los dibujos animados que veía por la televisión por cable, y no sólo porque no se parecían a esos dibujos en el diseño. Por fuera, podían representar lo peor para quienes lo viesen. Podían ser feos, ordinarios, poco agradables… Kevin no sabía como resumir en una palabra todo aquello que veía, que más adelante, cuando aprendió ciertas cosas, pudo usar la palabra correcta: Satírico. Y no es una mala definición. Estos personajes, estas historias que se mostraban, no representaban en verdad la realidad de ellos. Lo que valía era lo que se escondía en el interior de cada uno, en la fuerza naciente de nuestros seres que te impulsa a ser y que tenía que ser mostrado de manera especial, para que atrayese a los indicados al mensaje . Puede ser un mensaje obvio y usado un millón de veces. Sin embargo, tuvo que llegar Shrek a la pantalla grande para que él entendiera una cosa. Lo único que parece accionar en el Hombre y que le permite llevarlo a la comprensión de la vida, es la imaginación y dicha imaginación, tiene que estar en la calle. Y eso, era su misión.
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