miércoles, 14 de noviembre de 2012

En guerra dentro mío

-Me molesta mucho que fumes. –Dijo el gato sacudiendo su cola- Me aturde. No me deja pensar, no me deja ser. Y sólo quiero comer mis croquetas en paz y sintiendo ese espeluznante olor a humo que te rodea y que rodea la casa, me siento un poco en guerra. En guerra dentro mío.


Hundo la colilla entre sus piedras. La ceniza mayor, recalcitrante, se pavonea gloriosa y pasional entre tanto blanco. Agarro un pequeño puñado de piedritas y la cubro, y veo como se pierde su fulgor. La colilla también es sepultada por los escombros.

Vuelvo a sentarme en mi silla favorita, silla que carece de importancia para el resto y pienso en el nombre de mi alma gemela y en toda su historia, y en especial, en su fatídico final.

El gato espera cerca de la puerta de entrada, respirando el aire fresco que entra por el tramo de separación entre la puerta y el suelo. Poco a poco, empieza a sentir el cuarto libre de humo.

-Me gusta comer mis croquetas en paz y tomar mi agua en silencio, escuchando como mi lengua sacude el agua. –Dice, mientras se encamina a sus platos- No es mucho pedir.

Olfatea el plato de comida casi vacío para luego dirigirse al tazón del agua.

-Espero que entiendas lo mucho que me molesta que fumes.

Da unas cuantas lamidas, se acomoda mejor frente al plato, escondiendo sus cuatro patas bajo su cuerpo y continúa bebiendo, absorto de todo.

Fiorella fue mi alma gemela hace largo tiempo ya. Cuando nacimos, regidos por la misma estrella, por el mismo Destino, por el mismo sentido, éramos únicos y especiales. La Providencia nos había preparado antes que naciéramos, para forjar su plan en el ámbito Humano. El plan de enseñar a los seres corrientes, el curso bello y pasional a seguir, en la limitada y equívoca vida pensada por ellos mismos.

Para los adultos que nos rodearon, era muy sencillo darse cuenta de nuestra condición maravillosa. Podíamos llamar la atención sin siquiera buscarla. Había todo un aura de bienestar alrededor nuestro. Decíamos algo, y era lo que tenía que escucharse. Mirábamos algo y era eso lo necesario para aclarar la situación del momento. Reíamos, llorábamos, nos regocijábamos o lamentábamos, no importa el sentido del sentimiento de ese instante, lo hacíamos todo de forma trascendental. Y eso, siempre fue significativo.

Fiorella fue la primera en desviarse. Su facilidad para todo se fue perdiendo poco a poco y fue reemplazada por la complicación mortal del castigo. Olvidó su misión, dejó de soñar de manera asombrosa, y como si fuera poco dolor para el Mundo, pude ver como su esencia se diluía en la gran mediocridad Humana. Sus ojos perdieron el brillo que la caracterizaba y todo comenzó a resultar fingido en ella.

Verla así me desilusionó, porque mi carga no era menos sencilla. Recuerdo nuestra última charla, que también fue nuestra última discusión. La gente nos rodeaba, metidos en lo suyo, sin darse cuenta que la Muerte rondaba ese cuarto. En el instante en que Fiorella escuchó mis palabras de sentida advertencia para con su vida y las negó, descreída, el fuerte golpe de la hoz cayó en su pecho y le extirpó lo poco original que había llegado al plano terrenal. Ella me miró con sus nuevos ojos muertos y se fue a la barra a pedir un trago, siendo una más con la gente que nos rodeaba.

El gato se acerca tranquilo y se sienta a un paso de mí. Se lame un poco, como si mucho no le importase, para luego alzar su cabeza en dirección a mi regazo. Se abalanza calculando la velocidad exacta y salta, aterrizando justo en el lugar donde quería llegar.

-Hoy es una noche genial. No hace calor, ni mucho frío. Odio cuando hace muchísimo calor y me tengo que poner debajo de la mesa o de tu cama para no sentirme mal al respecto por el clima. Y cuando hace mucho frío, tengo que tirarme cerca tuyo para dormir caliente, pero vos tenés la no muy agradable costumbre de moverte mientras dormís. Y eso me molesta. –Comienza ligeramente a ronronear- De todas maneras, hoy no es así. Hoy está todo bastante bien. El afuera está tan lleno de energía, que al verte, me hacés recordar a cuando era cachorro. –Ronronea más fuerte- Y me metía entre tus sábanas y llegaba hasta tus pies, y dormía contento porque no tenía que pasarla en la intemperie como antes solía hacer. –Sus garras se clavan en mí y comienzan a moverse- Y recuerdo dormir en la silla especial hasta que entrabas por la puerta y me sacabas de ella, pero estaba bien, porque te sentabas aquí y yo podía dormir encima tuyo…

Me muerde la ropa y continúa ronroneando y moviendo sus patas delanteras armónicamente. Luego de un rato se duerme, tapando su hocico con su pata izquierda. Pienso en lo agradable que sería dar unas pitadas de cigarrillo, pero mi idea se distrae al escuchar pasar velozmente una moto por la calle y llega dicho sonido a través del balcón. Miro el afuera y asiento en eso que decía el gato sobre la energía que se mueve en el exterior. Las hojas se sacuden suaves y se muestran brillantes debido al gran farol que las ilumina. Las ramas se agitan, las sombras de la noche se hacen visibles y te enseñan a escuchar al viento. Se oye también como se acerca un auto y como se aleja, con la misma rapidez en que mi espíritu se aparta de mí y se encamina desilusionado, hacía su viejo hogar, allá entre las estrellas.

Espero que sepa que no sólo lo intenté, sino que hice una diferencia. Una pequeña diferencia en lo cotidiano a mí alrededor. Mi lucidez final me hace entender que el espíritu apartado lo sabe y que se lamenta al no verme como realmente quería verme: Eterno entre individuos. Él también sabe, que me extinguiría si me pusiesen nuevos ojos muertos sobre mi rostro, como los de Fiorella. No podría soportar semejante derrota. Por eso mismo, me despide con un “Hasta pronto” y veo todavía como cuenta con ímpetu los segundos que tardaré en encontrarme con él. Respiro profundo y me adormezco, sintiendo como poco a poco, me pierdo en la ensoñación del felino acostado en mi regazo. A pesar de mi buena predisposición en general, hay cosas que de repente comienzan a molestarme. El viento se vuelve más frío de lo que quiero, los vehículos no dejan de pasar y distraerme, y el espeluznante smog que largan en el aire me rodea y rodea la casa, y me hace sentir un poco en guerra. En guerra dentro mío.

FIN



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