lunes, 31 de enero de 2011

De 'exo no se habla 1

La conozco hace muchos años. Muchas de mis amargas e inusitadas relaciones tienen esa marca temporal: «Muchos años». No «algunos años», ni «toda una vida», sino «muchos años». No es poco, ni demasiado. Digamos que es lo justo.
Recuerdo cuando la conocí. Yo llevaba esa remera verde con capucha. Me la había regalado mi hermana. Ella, harta de verme desarreglado, tomó algo de mi paupérrimo salario y me compró esa remera verde en una tienda importante, «trendy» de moda. Cuando me la probé y me miré al espejo, fue una linda devolución por parte del mismo. Me quedaba bien. Sonríe y muy a mi pesar, mi hermana tenía razón: La primera impresión es la que vale, y esa era mi primera impresión con la prenda esa.
Recuerdo que la tenía puesta, aquella tarde calurosa de un martes de verano, uno de esos olvidables. Era mi día de franco. Si, un franco un martes. Que desagradable. Generalmente, en mis días libres, salía a caminar por la ciudad, o iba al cine solo, o me deprimía frente al ordenador y fumaba como un condenado a muerte. Digamos, no mucha actividad social, o no una muy memorable. Sé que ese día, ese mediodía que se hacía tarde, vino la Chica A a visitarme. Yo había terminado de ver de mis películas favoritas, de mi director de ensueño. La había visto más de veinte veces ese mes y no me cansaba. Siempre aprendía algo de ella. Era sobre lesbianas y amores no correspondidos. Había hasta un burro. Muy genial.
Había terminado de desayunar (siempre desayunaba a esa hora por la tarde), cuando suena el portero eléctrico. Tenía las persianas bajas, una taza de té y un plato chico con migas de facturas sobre la mesa. El Sol entraba por entre las hendiduras y me iluminaba tenuemente. Siempre hubo una relación amor-odio entre el Sol y yo. Todo bien que exista y que haga crecer a las plantas que como, pero que no se atreva a tocarme. Ni a mi, ni a mis futuros hijos, si algún día los tendré. Es como ese tal Dios; es mejor tenerlo cerca por las dudas, pero lo más lejos posible de tu vista. Desconocía que quien me tocaba el timbre era ella. Nunca lo había hecho. Pensé que era equivocado, porque nadie iba a querer visitarme a esa hora ni ese día. Nunca había pasado. Era un tanto común los timbrazos a la madrugada. Sin embargo, ¿Quién jarambas quería algo de mi a esa hora?
Cuando reconocí su voz apagada y tímida por naturaleza, corrí a buscar mi boina, mis zapatos, en salirme del servidor del MMORPG del cual estaba jugando y a acomodar la mesa. Todo eso en fracción de segundos. Sé que no en segundos, pero lo hice rapidísimo. Salgo y a mitad del camino tengo que volver. Había olvidado la llave. Maldigo el órgano sexual de mi madre y corro otra vez a mi puerta. Tomo la llave y bajo. Ahí estaba ella, iluminada por ese Sol místico, con su ropa negra, su piel blanca mortuoria natural y su mirada de perrito asustado y mojado por la lluvia. En ese tiempo, la Chica A era así. Ahora está mucho más decidida, no tan dubitativa y si tiene que patear traseros, lo hace. Todos cambian aunque sea algo mínimo de su aspecto interior y ella, mal que mal, lo hizo. Le abro, la saludo y me la quedo mirando. No acostumbrado a las visitas, hago eso: la miro. Ella me mira, yo la miro, me continúa mirando, llevando sus manos acobardadas a la boca, y yo sigo en eso de mirarla. Abro aún más mis ojos y la observo. Es impresionante lo blanca de su piel. Le pregunté que quería y no me respondió. Antes ni hablaba, ahora es un mar de palabras huecas por doquieras. Huecas si, pero muy divertidas. Me dijo que quería hablar conmigo, que tenía algo que mostrarme. Lo dijo tan quedamente, tan suave, que tuve que acercar mi cabeza para escucharla. Oiga, como si fuese tan temible. Era solo un chico despeinado con una boina dada vuelta y ropa de entre casa. Le dije que si, y dimos una vuelta manzana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

I don't take it personal or legit, buuuuuut you'll have to explain me this. Too much points in common with real life to be pure poetry. Just saying...