jueves, 1 de agosto de 2013

Segundo viaje a San Luis - Parte III: Biología trascendente (I)

Escribo esta suerte de diario de viaje a modo de memoria mía y en vez de contar las maravillas paisajísticas que encuentro a mí alrededor, me la he pasado escribiendo toda una suerte de catarsis existencial vivida y de pequeños momentos sentidos que poco tienen que ver con lo que vendría a ser un diario de viaje. Cómo bien dice el título, es mi segunda visita a estos lares. Mi segunda visita en estos años.

A decir verdad, he pisado estas tierras más que un par de veces. Hasta incluso estuve viviendo un tiempo por aquí, cuando era chico. Sin embargo, estas ausencias a mi suelo natal capitalino se deben a una búsqueda de varias cosas en particular. No podría decir que solo vengo un por motivo. ¡Estoy viniendo por varios de ellos! Algunos son cierres de ciertas etapas de mi vida, como por ejemplo la muerte de mi madre. Otros son más bien invitaciones a seguir conociendo más a las personas que me interesan, como por ejemplo la crianza que les doy a mis primos. Mis malas crianzas en verdad. Una gran parte de mi viaja para escapar, otra para sentirse raramente en familia. Busco la paz por momentos recorriendo muchísimos kilómetros entre campos y pueblos, para luego buscar escuchar ese caos que mi gente tiene dentro y necesitan soltar. Saben que ahí estaré, devorando cada palabra que sale de sus bocas. Sus problemas no son solo de ellos. Hay un pequeño porcentaje de dichas cuestiones que me pertenecen por heredad. Me declaré, hace ya un tiempo, como hijo de sus conflictos, como la persona que claramente no puede acomodar su propia vida, pero que daría hasta su última acción terrestre para ayudar al respecto a resolver lo ajeno. ¿Y por qué? Pues bien, me gusta hacer feliz a la gente.

Era de noche, faltaban minutos para la primera madrugada que iba a vivir entera en mi viaje. Habíamos cenado y estábamos tirados en el sofá frente al televisor. Mi prima usaba la notebook surfeando la red, bastante entretenida. Mi tía estaba a mi derecha, viendo con poco detenimiento el programa que se había dejado. El sueño le podía más. Y yo estaba ahí, pensando en no pensar más en mis cuestiones cotidianas por todo lo que dure mi visita. Me lo había prometido ni bien el micro arrancó, pero es muy complicado… Uno no puede apagar su cerebro así como así. La gente recurre a la drogas, al alcohol y al sexo no por una cuestión meramente de gusto o cariño. ¿Qué mejor que para olvidar que unos buenos shots de tequila de  precio módico y calidad dudable? ¿O distender la mente con un buen troncho mambero? ¿O un buen polvo? En definitiva, ¿Querés apagar tu cerebro? Podés hacerlo, pero no solo busqués evadirlo por un rato, dale su merecido. ¿Me hacen recodar errores de mi pasado, queridos sesos? ¡Tomen! Media botella de whisky y unas cuantas líneas. ¡Veré a mis molestas neuronas en el infierno!








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