Escribo esta suerte de
diario de viaje a modo de memoria mía y en vez de contar las maravillas
paisajísticas que encuentro a mí alrededor, me la he pasado escribiendo toda
una suerte de catarsis existencial vivida y de pequeños momentos sentidos que
poco tienen que ver con lo que vendría a ser un diario de viaje. Cómo bien dice
el título, es mi segunda visita a estos lares. Mi segunda visita en estos años.
A decir verdad, he
pisado estas tierras más que un par de veces. Hasta incluso estuve viviendo un
tiempo por aquí, cuando era chico. Sin embargo, estas ausencias a mi suelo
natal capitalino se deben a una búsqueda de varias cosas en particular. No
podría decir que solo vengo un por motivo. ¡Estoy viniendo por varios de ellos!
Algunos son cierres de ciertas etapas de mi vida, como por ejemplo la muerte de
mi madre. Otros son más bien invitaciones a seguir conociendo más a las
personas que me interesan, como por ejemplo la crianza que les doy a mis primos.
Mis malas crianzas en verdad. Una gran parte de mi viaja para escapar, otra
para sentirse raramente en familia. Busco la paz por momentos recorriendo
muchísimos kilómetros entre campos y pueblos, para luego buscar escuchar ese
caos que mi gente tiene dentro y necesitan soltar. Saben que ahí estaré,
devorando cada palabra que sale de sus bocas. Sus problemas no son solo de
ellos. Hay un pequeño porcentaje de dichas cuestiones que me pertenecen por
heredad. Me declaré, hace ya un tiempo, como hijo de sus conflictos, como la persona que claramente no puede
acomodar su propia vida, pero que daría hasta su última acción terrestre para
ayudar al respecto a resolver lo ajeno. ¿Y por qué? Pues bien, me gusta hacer
feliz a la gente.
Era de noche, faltaban
minutos para la primera madrugada que iba a vivir entera en mi viaje. Habíamos
cenado y estábamos tirados en el sofá frente al televisor. Mi prima usaba la
notebook surfeando la red, bastante entretenida. Mi tía estaba a mi derecha,
viendo con poco detenimiento el programa que se había dejado. El sueño le podía
más. Y yo estaba ahí, pensando en no pensar más en mis cuestiones cotidianas
por todo lo que dure mi visita. Me lo había prometido ni bien el micro arrancó,
pero es muy complicado… Uno no puede apagar su cerebro así como así. La gente
recurre a la drogas, al alcohol y al sexo no por una cuestión meramente de
gusto o cariño. ¿Qué mejor que para olvidar que unos buenos shots de tequila
de precio módico y calidad dudable? ¿O
distender la mente con un buen troncho mambero? ¿O un buen polvo? En
definitiva, ¿Querés apagar tu cerebro? Podés hacerlo, pero no solo busqués
evadirlo por un rato, dale su merecido. ¿Me hacen recodar errores de mi pasado,
queridos sesos? ¡Tomen! Media botella de whisky y unas cuantas líneas. ¡Veré a
mis molestas neuronas en el infierno!
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