martes, 19 de agosto de 2008

El conejo en la galera

I

Es muy propio de mí. Año que termina y finalización que aprovecha la melancolía para obligarme a oír su sermón. Siempre es lo mismo. Desde que era una niñata adoradora de forma inconsciente de la juventud y sus vestigios, hasta ahora, sabiendo que esa etapa estrechó mi mano y se marchó hace largo tiempo ya, pudiendo enmudecer completamente al silencio con la dulce y etílica tristeza permanente.
Otro horizonte, otra lejanía sin poniente. Es diferente la visión de uno mismo cuando logra escapar de Babilonia. O eso pienso que hice. Les diré algo: No es tan difícil alcanzar sus sueños. Es más sencillo de lo que piensan. Los bombardean con mensajes erróneos diciéndoles que sufrirán, que llorarán sangre para poder divisar el final de su meta, colgado entre dos postes delgados y una cinta fácil de romper y traspasar. Si es parte de su destino en la existencia lo que realmente quieren, las puertas de la oportunidad se abrirán de par en par. Esperen y verán como tengo razón.
Ya hace bastante tiempo que cumplí mi objetivo referido a la vocación. Me gusta esa palabra: "Vocación". Suena inexplicablemente bien. Presenta una gran fuerza interna, que a la vez es liviana y su significado es fácil de digerir. En mi adolescencia, en el momento en el cual estaba a meses de finalizar la sentencia a mi condena (léase esto como secundaria), la busqué en el diccionario, ya que, en verdad, desconocía toda su esplendor. Sabía lo que todos sabían. Lo elemental. Mas, no tenía idea de lo que en verdad protegía detrás de su muralla de caracteres. Apareció definido (eliminando toda la porquería inútil que no habla de mi, sino de los hacedores de la lengua y su sentenciosa forma de reparar el conjunto de las cosas de origen seglar) como "Llamamiento interno". Es completamente bello. De una anterioridad ulterior al pasado (quiero creer), fui seleccionada para el plan mundial, ¡No! Para el magnánimo plan sideral, que me alza como diseñadora de vestimentas, que la Humanidad, ¡No! Que todas las criaturas del espacio poseedoras del sexto sentido de la moda están obligadas a usar. No es una orden mía, proveniente de mi orgullo como individuo con aire de superioridad. ¡La misma Creación me bendice con su toque de concepción materna para ser un instrumento de ella!
Ja, suena especial cuando se piensa de semejante forma singular. El hecho de verse como un eslabón divino de una estructura poco santa, me hace recordar a él. Era grandilocuente en relación a la construcción de sus muy estimadas palabras, aunque no lo reflejara en sus actos con el exterior. ¡Oh, no! Podía caerse el cielo, el mismísimo mundo y el tendría tiempo para pitar de su cigarrillo y decir algo que no nos produciría alivio, sino nos haría entender que el cataclismo es un fin en sí mismo, como lo somos cada uno de nosotros y lo seremos hasta colisionar con la verdad evidente y sospechosa de todos los tiempos. Muy propio de sus términos. Muy propio de él.

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