II
Han pasado ya unos cuantos minutos desde que el reloj marcó las doce. Hay calma en el aire; no total, pero las primeras reflexiones anuales indican que será un buen día. Quizás también una buena semana o un buen mes, o incluso un buen año. Es tan aterrador el hecho de saber como terminará todo. Puedo verlo, presentándose ante mi como si intentara confiarme un secreto, un deslíz que el sino mencionó en un instante de debilidad y de música fuerte y estruendosa.
No entiendo a esas personas que les molesta el hecho de creer en algo de lo cual no hay fundamento científico o simplemente carece de racionalidad. Despotrican contra la idea de un ser superior, del concepto de la fé y de tantas ideas por el estilo. No logro realmente comprenderlos. Al pasar el tiempo en la vida de uno, el rompecabezas de su alrededor comienza a tomar forma, a complementarse pieza por pieza. A medida que logran colocarse en su posición, el pensamiento que sobreabunda en el proceso, es la idea de poder ver la imagen final en nuestro lecho de muerte, o como a mi me gusta llamarlo, cambiar de diseñador. La triste realidad para aquellos sin cruces en sus espaldas, es lo falso de la sentencia anterior. Si tapamos la parte inferior de una sucesión de palabras, de todas formas podremos leer y entender la serie encripta. Con el enigmático rompecabezas pasa exactamente lo mismo. Se llega a vivir y a entender tanto, que aquel susurro confidencialmente culpable concuerda con lo que en el futuro será el total de las piezas juntas. Por eso puedo predecir, aunque con dolor en el corazón, los indicios de un buen día, de una buena semana, de un provechoso mes y de un año que encajará en otros días, semanas, meses y años de mi existencia.
Sin quererlo, otro secreto se me es revelado. Dudo en agradecer esta consideración, este visto bueno por parte de la Providencia, de tal forma que dudo también en quejarme. Por eso espero calmada, sin esperar sorpresas causales o fenómenos alucinantes bañados de oropeles. Aquel nuevo secreto es más bien un suspiro, el suspiro de una madre incapáz de retener en sus manos lo creado para estar encerrado en recuerdos. Lo que tiene que ocurrir, debe suceder, y a diferencia de aquellos embrigados con música fuerte y de caracter estruendoso, en un cuarto permisivo, a la par de un enorme engranaje que no titubea a la hora de confesarse, me permito bajar la mirada y refutar a todos los presentes. En el momento en que entren inevitablemente en silencio (el mundo en sí es un gran eco apagado), me otorgarán instintivamente la razón.
1 comentario:
hola, la animación la hice pegando jpgs en el windows movie maker!
saludos y gracias por alentar el librito!!!
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