martes, 2 de septiembre de 2008

El conejo en la galera - 3 -

III

Imaginen lo siguiente: Una noche. Una oscura noche sin humedad. Ni un efímero sonido en el ambiente. ¿En donde se escondían todas las fortificaciones ruidosas de la sociedad? Ni una sola pista. Bajo tomando mi vestido para no tropezarme, la puerta blanca se cierra y me despierta: Estoy a minutos de casarme.
Me encontraba en una burbuja alienante, en donde la más grande emoción era minúscula ante el impacto de completarme etéreamente hasta el fin de mi existencia. Es curioso: Era tan inmensa esa sensación que me invalidaba para sentir hasta lo más importante, como el amor a mi futuro esposo o el jolgorio de formar una familia. Podrían incluso haberme lastimado fisicamente y observar como el amilanamiento se había apoderado de mi ser.
No había nadie a la vista. Detrás mio oía al chofer regresar a la limosina para poder esperar aquellos largos minutos del casorio de la forma más cómoda posible. Luego saldría, pondría una sonrisa artificial en su rostro y nos haría entrar al lujoso vehículo. La iglesia, en esa oportunidad, parecía arcaica. Por un momento pensé que al pasar bajo el linde de la misma, vería algo completamente inesperado. No se, una fiesta de la alta nobleza o la celebración pagana por la conquista de un arquetípico ideal vencido. Las puertas estaban abiertas de par en par, mas las cortinas no dejaban seguir viendo el paisaje. Comienzo a dar mis primeros pasos hacía el altar en cuanto veo al camarógrafo salir y ubicarse a mi derecha y a mi padre venir en una corrida muy apropiada para su edad, solo para tomar mi mano y ponerla en su antebrazo. Noté al cameraman agacharse y dado que vestía de traje como cualquier de los invitados, su imagen me pareció muy inusual, rozando incluso lo bizarro.
Fue precisamente en ese instante cuando logré entender todo. No era eso lo que en verdad buscaba, esa celebración de una tradición bonita e innecesaria. Tampoco me interesaba hacer recuerdos en todos los presentes de esa manera. No me hacía feliz pensar en un futuro que se terminaba cruel, para comenzar otro lleno de tontos, pero bienintencionados argumentos. No vivía para eso, a pesar que la inercia me había llevado a tener a mi padre en mi izquierda, al chofer detrás y a la cámara a mi diestra que acababa de cruzar y que seguramente filmaba la cola del vestido. Mi interés reposaba en otra flor, siendo esta misma la más exótica y bella de todo el jardín. Se levantaba majestuosa entre los jazmines y los azahares, sonriéndome seductoramente. Recuperé mi identidad, mi rasgo único del ADN y todo gracias a una situación inusitada y poco elegante a los ojos. Recuerdo que pensé: "Dios, ¿Qué le podría haber diseñado para que él use a la hora de agacharse y filmar?". De ese pensamiento, de esa bastardización de la conciencia, salió la inspiración adrenalínica para mi primera colección exitosa. La primera de muchas, en realidad. Si, acepto. Acepto gustosa.

1 comentario:

FiX dijo...

che, el 4 de septiembre, festejas el dia de la historieta?