Es todo un dar y un recibir. Uno busca satisfacer a sus hijos, darle lo mejor, intentar que nada les llegue a faltar, satisfacer sus deseos sin salirse del clásico límite paternal, y como si de expresar una nueva forma de cocinar milanesas, todo resulta bastante parecido. Bueno, parecido en cuanto a los demás. Educar a sus hijos de la forma en la que nos criaron, no solucionará, en verdad, los conflictos en la sociedad. Nuestras reglas de oro parecen no servir. Claro está, que apegarse a ellas hizo al mundo un poco menos peor, mas como decía aquel buen mozo conductor radial, él de los ojos color de miel, "la diferencia entre lo cocido y lo descocido sigue siendo todavía muy diferenciada". En fin, es mejor ganar una batalla, sin importar cuan pequeña sea, que entregarse a los brazos de la desdicha y del desaliento, al saber que la guerra es imposible de ganar.
Por eso mismo, como fallamos (bah, fallamos entre comillas) un poco a raíz de nuestra ignorancia, debemos arreglar ese pequeño desliz usando las armas que solo la experiencia nos otorga a nosotros los veteranos. Los políticos no lo harán, los militares tampoco parecieron saber como defendernos antes, así que tampoco los veo calificados; a los medios solo les importa mostrar mujeres en paños menores y entregadas y a la juventud activa, esa que supuestamente iba a poblar al país esparciendo la semilla de la tradición, le preocupa más seguir modas desvalorizadoras y llenas de...
Monólogo de una señora combativa, originado por el apuro y la orden. No pude finalizarlo, y aunque intente, las palabras sobrarían.
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