viernes, 13 de junio de 2008

Cuento enmarcado

Mientras la luna bebe el oscuro néctar de la noche, él se balancea desanimadamente mientras observa ascético la arena. Se oye a lo lejos el llamado excomulgador que produce el relámpago, advirtiendo la cercanía de la próxima batalla natural, donde los caídos nos lavan con sangre fría, llena de vida. Los primeros desertores se comienzan a oír; sus cuerpos caen punzantes hacia una tierra grata que recibe esos flagelos como muestra de afecto, él único afecto que se encuentra en un campo de combate: la muerte.
El chico que se mecía deja de hacerlo. Comienza a apretujarse tratando de soportar el inmenso sufrimiento que siente. Las agujas heladas carcomen su blanca piel y mediante gemidos histriónicos demuestra lo débil que es ante un mundo hostil. La frialdad de la lluvia no es algo que quisiera sentir; en cambio; el calor de la hoguera sería un buen lugar para vivir eternamente.
La batalla comienza a cesar y la victoria es incierta. La algarabía del templo del espíritu de él rebosa de sensaciones de bienestar. Sus ojos amatista dejan de llorar sangre y alivio es lo único que siente su cuerpo. Ya todo pasó. Aunque su cuerpo todavía tiene los húmedos estigmas de la sangrienta guerra, nada se compara a la lucha constante y vivida de la que él fue testigo.
¡Hey! ¿Qué haces revolcándote en tu propia mugre? –Dice una delicada voz que trata de ocultar su dulzura con un tono mandante.
El joven se refugia en sus neblinas mentales y deja traslucir una mirada perturbadora que se pierde en algún punto de la extensa arena.
-¿Acaso puedes oírme?
No hubo más respuesta que un leve viento que llenó el vació de incómodo silencio.
-¿no te interesa saber quien soy? –Pregunta la amable voz, un poco turbada por el comportamiento de él, que sigue perdido en si mismo y sin ganas de ser encontrado.
-¿No te interesa saber si soy una persona de carne y hueso o soy una voz que merodea por tu cabeza? Tal vez sea un fantasma, o parte de la insana imaginación de tu mente. ¿No te interesa en lo más mínimo que fuese la muerte misma?
-No. –Contesta secamente y sin cambiar de posición ni tampoco desviar la mirada del lejano punto que no pierde de vista.
-Veo que hablas.
Un fuerte estruendo proveniente del cielo anuncia la segunda contienda. Desde la lejanía, uno pude ver el color almizcle del firmamento que prepara a sus corceles para el combate. Se los puede oír en cada trueno cada vez que relinchan de agonía. Lentamente, las gotas emprenden su vertical destierro y caen sobre el chico.
Él experimenta otra vez la humedad de la situación. Comienza a sentir los mismos dolores y la amargura de su corazón que se acrecientan cada vez mediante la lluvia avanza. Se oprime duramente y cierra los ojos con tanta fuerza como sus párpados le permiten.
-¿Cómo es posible… -Dice entrecortadamente- Que el cielo pueda llorar… y yo no?
Los cadáveres llenos de vida dejan de machacarlo y desaparecen tras camuflarse en ficticias lágrimas tristes que salen del pobre muchacho.
-Veo que también sufres. Creo poder ayudarte…Solo tienes que oír esta pequeña historia: -Espera por alguna respuesta y al ver la negativa, decide continuar su relato- Erase una vez un hombre, que tenía de sueño escalar una vieja meseta. Desde niño sabía que ese era su gran destino, y por eso se esforzó y se preparó gran parte de su vida. Quería hacerlo bien; que la meseta piense en él cada vez que alguien la escalara; quería demostrarle todo su amor que sentía por ella. Un cierto día, cuando se creyó preparado, comenzó su andar decidido a cumplir su gran anhelo. Al comenzar a escalar la cuesta de la meseta, se encontró con espíritus santos que le seguían a uno profesando una vieja promesa, y a gente famosa de la televisión que estrechaban sus manos, siempre con una sonrisa en sus bocas y doble intensión en sus ojos. Pasó mucho tiempo en que pudiese llegar a la cima. En ese tiempo, el sufrió las peores tormentos que jamás se hubiese imaginado. Podía sentir en carne propia la aflicción del sufrimiento; la tristeza que lo iba consumiendo cada vez más; la presión del cuello que pedía a gritos una horca; el desasosiego de un tranquilo mar. Pero el tenía una meta, y era escalar la meseta. Aunque el veía a muchos abatirse y a otros renunciar, el seguía firme. Cuando finalmente pudo llegar, pudo ver que en la cima había solo un libro sobre pájaros. Miró por encima y vio a la gente tratando de subir, ansiosa. Eso hizo resurgir de su interior sus comienzos, donde todo era alegría y esperanza. Ellos no saben que los espera una dolorosa escalada. No saben que fueron destinados a sufrir. Él mira la meseta con desilusión; Esperaba encontrar algo más que un libro acerca de pájaros que el conocía y de una imagen panorámica de cosas que el conocía y lo entristecían. Se dice que mientras miraba con angustia semejante escenario desconsolador, murmuró: “Cuando me decían… Que sería feliz cuando esto sucediese…Que traten de decírmelo otra vez, porque no entiendo. He esperado tanto que mis esperanzas…se fueron… Y me dejaron solo… Solo… Y eso duele mucho…Duele demasiado.”
No se sabe nada más acerca de él. Algunos dicen que fue a escalar otra meseta por algún lugar lejano; otros dicen que regresó a su casa… ahí termina la historia.- Finaliza la joven muchacha con un pequeño suspiro- Espero que te pueda ayudar cuando sientas la congoja dentro de tu corazón.
Nosotros vivimos en un sueño al que llamamos vida, y que tarde o temprano despertaremos. A veces ese sueño se convierte en una pesadilla y no hay manera de que pueda cambiar. A veces ese sueño es hermoso, pero el dolor nos invade al saber que esa fiesta pagana se consumirá como una vela que estuvo mucho tiempo en época de vigilia. El vacío que se siente al saber que todo era solamente un viejo recuerdo de alguna memoria colectiva inconsciente, nos atormenta al darnos cuenta que solo quedan recuerdos.

Hace aproximadamente 3 años lo escribí. Fluye como la morfina sobre un rió, pero muestra los tumores de lo que adolece.

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