Fenómenos privados -La antesala-

-Falta poco para llegar. -Dice James- A la madrugada, cuando estén pensando en avestruces, entraremos a la aldea.
-Entiendo. -Contesta tarde Stivi- Esperemos que sea sencillo como en el lugar anterior.
Los pasos de los caballos resuenan débilmente sobre el árido suelo. El Sol ha comenzado a distanciarse de ellos, apareciendo pequeñas sombras en el camino que relajan el pensamiento de los pasantes. Ni el viento ni los corceles se animan a contradecir al silencio. Acercándose a Stivi, James dice:
-Espero que la próxima aldea sea divertida. Nos han tocado puros ancianos y niños. ¡No es divertido así!
-Según he escuchado... -Agrava su voz y mira de forma oscura al pelilargo- a la tierra que estamos ingresando, le pertenece a un gran y poderoso rey cacique.
James detiene la cabalgata, relinchando el animal a modo de desaprobación.
-¿Un rey? -Pregunta completamente emocionado- ¿Crees que siga vivo? ¿Estará despierto para cuando lleguemos?
- Porque no.
Era sencillo fascinarlo. Su aura inocente lo convertía en un infante más, a pesar de realizar labores poco agradables para cualquier Ser Humano. Esa credibilidad innata lo convertían en la perfecta herramienta para cualquiera. Dispuesto a todo y feliz por cumplir lo que le pidan, James es un gran aliado. Es de esas clase de personas que la locura no permite que las entiendas completamente.
De repente, un galope repentino se hace oír y se lo divisa apuntando hacia el horizonte.
-¡Apurate, Stivi! ¡Nos falta mucho camino por dar y no podemos hacer esperar a la realeza!
Ya es de noche. Los caballos descansan a un par de leguas de los protagonistas. Caminando con sendas escopetas en sus manos y variado armamento en sus morrales, se encaminan al lugar en cuestión. James tironea de la manga de su compañero.
- ¡Vamos! El gran rey se dormirá si llegamos tarde. No podemos hacerlo esperar mucho.
- No hay prisa. Él estará esperándonos.
Stivi no estaba para esto. Ya no más. Sentía que perdía su tiempo, tiempo que no tenía. No era viejo, ni nada semejante, pero a su interior ya le incomodaba, hasta el punto del asqueo, la campestre rutina de la vida de un mercenario mal pago. Lo único que disfruta son esas caminatas que antecedían al trabajo. Son tan relajantes y placenteras, que hubiese dado todo lo que tenía, incluso hasta a él mismo si hiciera falta, para vivir infinitamente en ese momento.
A lo lejos se comenzó a divisar los primeros esbozos de la aldea. Había un diminuto humo en el centro y chozas idénticas diseminadas sin ningún criterio. Algún ladrido apagado se mezclaba con el ruido de las hojas. Nada haría suponer lo que acontecería en cuestión de minutos.
James, con una sonrisa de oreja a oreja, a paso de soldado, dice a viva voz:
-¡Reyes y "reyas"! ¡Radio-oyentes en general! ¡Duqueses de toda la Patagonia! Sean bienvenidos a nuestro radio-teatro titulado: "El cacique y los lobos solitarios". Disfruten de nuestras actuaciones y piérdanse en la historia.
Se oye como se carga un fusil.
-¡El radio-teatro de la madrugada está por comenzar!
Tiros, gritos, llantos, carcajadas y demás alteraciones naturales, se comienzan a oír.

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Lo que acaban de leer es una la presecuela de Fenónemos Privados, un guión que estoy trabajando en estos momentos. Dicho guión se situaría después de realizado el trabajo, mientras ellos descansan. Ginevra me dió la idea y aquí está. De la mano de su creador.

Comento que ya comencé a trabajar para lo de la revista de diciembre. No he pensado en otra cosa que en ese guioncillo que le debo pasar a mi dibujanta dentro de unas semanas. Me tiene completamente fascinado la idea. Mi fascinación es simil a la que tiene james en el cuento para ver al rey cacique. ¡E incluso más, puede ser!

En otro orden de cosas, mañana (osea hoy) tengo que terminar de armar un guión para un corto para dentro de dos días (osea el sábado). Tengo hecho una pequeña parte, por lo que debo hacerlo casi entero.
En fin,
Au`revoir.